Cuando fui soldado
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de la patria mía,
allá por la tierra
de la morería,
un aire de fiebre
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mordio mis entrañas
y enfermo me vieron
volver para España.
Y como no puedo
vivir sin cantar,
a mi virgencita
a mi virgencita
me puse a rezar:

Virgencita Macarena,
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que velas desde San Gil
por todos los andaluces
que necesitan de tí:
Pon otra vez en mis labios
el eco de una canción.
Que otra vez llene los aires
la alegría de mi voz.
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Y te juro, virgencita,
que postrado ante tu altar
te rezaré una plegaria
con las notas de un cantar.

Tengo una medalla
en oro fundía
que siempre la llevo
al cuello prendía.
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Es la virgencita
de la Macarena,
la que yo más quiero
por ser la más buena.
Por eso mi pecho
es como un altar,
y lleno de gozo,
y lleno de gozo
me gusta cantar:

Virgencita Macarena,
que velas desde San Gil,
por todos los andaluces
que necesitan de tí:
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Tu que has puesto en mi garganta
el eco de una canción,
y otra vez llena los aires
la alegría de mi voz...
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Oye la humilde plegaria
de este pobre corazón,
que cuando canta una copla
te la ofrece en oración.