Es Sevilla casi na,
abanico de colores.
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Abanico de colores,
es Sevilla casi na,
abanico de colores,
suavidad de terciopelo,
casi na,
y un suspiro entre dos flores.
Un suspiro entre dos flores,
es Sevilla casi na,
un clavel en primavera,
un amante que te espera,
casi na,
para darte sus amores.
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El azul para tu cielo,
con la pureza del blanco,
casi na,
el oro para tu vino,
que junto al verde esperanza,
casi na,
forman un todo divino.

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Es Sevilla casi na,
una alondra y un jilguero.
Una alondra y un jilguero,
es Sevilla casi na,
una alondra y un jilguero,
con dos cantos bien distintos,
casi na,
y en sus picos un te quiero.
En sus picos un te quiero,
es Sevilla casi na,
arrullá de dos palomas
que bajito van diciendo,
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casi na,
la libertad no se compra.
Giraldillo, que tú miras,
hacia un sielo soberano,
casi na
hazte el eco del mensaje,
y trasládalo a la tierra,
casi na,
para todos los humanos.

Es Sevilla casi na,
como un fuego que devora.
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Como un fuego que devora,
es Sevilla casi na,
como un fuego que devora,
que te atrae y que te quema,
casi na,
cuando te metes en su historia.
Cuando te metes en su historia,
Es Sevilla casi na
con su Virgen de los Reyes,
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que en agosto nos envuelve,
casi na,
y nos hace más creyentes.
Mi oración va caminando
en sencilla penitencia,
casi na,
para decirte rezando:
Virgencita, Madre buena,
casi na,
ampárame con tu manto.

Es Sevilla casi na,
campesina de la tierra.
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Campesina de la tierra,
es Sevilla casi na,
campesina de la tierra,
semillero de buen fruto,
casi na,
para quien quiera entenderla.
Para quien quiera entenderla,
es Sevilla casi na,
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un arado que no cesa
de arañar los corazones,
casi na,
y sembrarlos de grandeza.

Crece el fruto con el alba
de un amanecer grandioso
y las espigas te cantan
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de un amanecer grandioso,
casi na.
Sevilla, cuánto te adoro.